He dormido en tus acantilados,
aquellos que volveré a visitar.
He amanecido en tus pupilas
y anochecido en tu regazo,
y siempre me vuelves a atacar;
sin necesidad de que te de la espalda.
Y cada golpe es más certero,
y cada vez mis fuerzas menores.
Aprieto mis puños
contra las mandíbulas
de las ocasiones perdidas.
Quien pudiera abrazarte...
y embriagarse de los somníferos perfectos,
que emanan de tus caídos párpados.
Y quien,
regocijarse en el recreo
de tu pretérito pluscuamperfecto.
Como gimo,
como ladro,
como araño,
como sudo,
como pataleo,
como me pierdo,
en este estrecho pasillo
por el cual me conduces.
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