Todas mis amantes
perfectamente alineadas,
haciendo cola tras la puerta.
Puerta que dejo
conscientemente entreabierta
para que ellas entren
y cometan su crimen
sobre mi lecho.
Que dibujen y garabateen
sobre mi catálogo
de imperfecciones quiméricas.
Y que luego se dispongan
a dormir conmigo a pierna suelta.
Que cuelguen sus vestidos
blancos y marrones
hechos jirones,
en el armario de mis errores.
Sé con devota certeza
que esas malditas hijas de puta
nunca de mi van a tener bastante.
Que de esta guerra
sacaré más bilis que bolas extras
y que me araño a mí mismo
con la exquisitez del engaño.
Soy como un cachorro animal
pataleando panza arriba.
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